¿Alguna vez has notado que interpretas los actos de los demás basándote en tus propias experiencias? Esa forma de ver a los demás desde nuestros propios sentimientos y miedos se llama “proyectar”, y todos lo hacemos en mayor o menor medida. Pero ¿qué pasa cuando esta proyección se vuelve tan intensa que afecta nuestras relaciones? Me parece un tema super interesante aprender a cómo reconocerlo y evitar que esta conducta se vuelva tóxica, especialmente en nuestras relaciones amorosas.

¿Qué es la proyección?

La proyección es un mecanismo en el que inconscientemente “colocamos” nuestros pensamientos, inseguridades o emociones en otra persona. Es algo que hacemos sin darnos cuenta, a menudo porque nos resulta difícil aceptar ciertos aspectos de nosotros mismos o de nuestras experiencias. Por ejemplo, si tienes miedo al rechazo, podrías ver rechazo en los gestos de alguien, incluso cuando no existe.

Proyectar no es ver a la persona como es, sino como tememos o deseamos que sea.

¿Por qué proyectamos y cómo influye en el amor?

Cuando nos involucramos emocionalmente, el nivel de proyección suele aumentar. A veces idealizamos a alguien, proyectando nuestras expectativas y deseos, lo cual puede llevarnos a sentir decepción cuando no cumplen con esa imagen. Otras veces, nuestros miedos o traumas anteriores interfieren y distorsionan la relación actual, haciéndonos ver problemas donde no los hay.

En una relación, proyectar nuestros miedos o traumas puede volverse tóxico. No solo afecta cómo tratamos a la otra persona, sino también cómo nos sentimos con nosotros mismos.

La proyección puede hacer que veas enemigos donde solo hay amor o, al revés, te impide ver señales de alarma porque proyectas demasiado idealismo en la relación.

¿Cuáles son las señales de que estás proyectando?

Para empezar a ser conscientes de cuándo estamos proyectando, hay algunos indicios que estoy segurisimo que has visto que le ha pasado a amigos o amigas cercanos a ti e incluso no tan cercanos:

  1. Reacciones intensas ante cosas pequeñas que hace la otra persona, como si te tocara una herida que no sabías que tenías.
  2. Sentir que la otra persona “debería” ser diferente o hacer algo distinto para que tú te sientas bien.
  3. Asumir intenciones sin pruebas y actuar como si supieras lo que la otra persona realmente piensa o siente.
  4. Repites patrones de relaciones pasadas: si siempre has tenido relaciones donde sentiste abandono, puedes esperar que esta vez ocurra lo mismo y, al final, eso te hace actuar con miedo o desconfianza.

Observar tus reacciones te permite saber si tus miedos son tuyos o algo que realmente proviene de la otra persona.

¿Cómo evitar que la proyección afecte nuestras relaciones?

Ser consciente de la proyección es el primer paso para evitar que controle tus relaciones. Estos son los consejos que a mi más me han servido

  • Practica la autoobservación: Cuando sientas que algo te molesta, pregúntate si es real o si puede estar influido por algo tuyo. Pregúntate: “¿Esto es algo que la otra persona está haciendo o es un miedo mío que está hablando?”
  • Acepta tus propios sentimientos: La proyección a menudo surge porque es difícil enfrentar lo que sentimos. No te juzgues si te das cuenta de que tienes miedo o inseguridad; la aceptación es el primer paso para crecer.
  • Habla de tus sentimientos: Comunicarte honestamente con la otra persona te permite compartir tus miedos sin imponerles una responsabilidad que no les pertenece. Comunica lo que sientes en lugar de “tú haces que yo sienta esto”, así les das espacio para entenderte y apoyarte.
  • Revisa tus expectativas: A veces esperamos que los demás nos den algo que en realidad necesitamos trabajar en nosotros mismos. Aceptar que la otra persona no tiene la responsabilidad de hacernos sentir seguros o completos nos ayuda a relacionarnos de forma más sana.

Una de las claves para evitar la proyección es asumir responsabilidad por tus sentimientos en lugar de atribuirlos a la otra persona.

La proyección: una llamada de auxilio para que nos entendamos

Proyectar puede enseñarnos mucho sobre nosotros mismos. Es una oportunidad para entender lo que necesitamos sanar, lo que necesitamos de verdad en una relación y cómo podemos aprender a ser más abiertos. Cuando dejas de ver a la otra persona como un reflejo de tus miedos o deseos, puedes empezar a verlos de verdad, y eso hace que la relación sea mucho más genuina y sana.

Ver a la otra persona como realmente es, sin proyectar, es una de las formas más puras de amar.